La gestión forestal profesional se ejerce bajo una encomienda que otorga misiones y funciones concretas de dirección y asesoramiento sobre los bienes y actuaciones en una determinada propiedad forestal. Esta encomienda tendrá mayor o menor grado de delegación en la toma de decisiones e intervenciones, tanto estratégicas como operativas, según el tipo de contrato establecido. Este contrato debería recoger los términos en los que se basará la relación entre la entidad propietaria y la entidad gestora. El contenido que presentamos en este artículo es aplicable para la gestión de montes públicos como privados. Salvo algunos matices, no haremos diferenciación entre ambas.

La gestión forestal profesionalizada se ejercerá cuando, habiendo recibido esta encomienda, se lleve a cabo de forma remunerada, cualificada y experta, avalada por una titulación y una experiencia forestal práctica demostrada. Podrá ejercerse por una sola persona, o por una entidad gestora. En el caso de ser una entidad, el gestor/a forestal será la persona que asuma la coordinación y las funciones de representación e interlocución para los asuntos clave de la vida del monte. También hay propietarios que gestionan sus montes de forma profesional, la mayor parte de lo que aquí contamos también es aplicable a este caso.

Construcción de una nueva pista en un monte gestionado por Agresta

Para definir las funciones y responsabilidades que debería asumir un/a gestor/a forestal resulta de gran utilidad acudir a la literatura de gestión de organizaciones, que nos aporta valiosas referencias de funciones gerenciales más comunes, perfectamente aplicables a la gestión de propiedades forestales. Las agrupamos en 7 grandes bloques:

  1. Estrategia, enfoque y planificación: facilitar una visión de futuro. Esto implica ayudar a definir objetivos y establecer los métodos y las acciones necesarias para alcanzarlos. Es muy recomendable que el/la gestor/a haya sido el/la principal artífice de la estrategia y de los elementos clave del plan, implicando a la entidad propietaria y a todas las partes que tengan poder de decisión o de influencia sobre lo que se haga en el monte. Esta estrategia se suele articular a través de un proyecto de ordenación. Desde el prisma de gestión profesionalizada que presentamos, los proyectos de ordenación forestal presentan importantes deficiencias como instrumentos estratégicos y prácticos tal como se elaboran y conciben hasta la fecha. Se aportarán algunas propuestas para enfocar estrategias y proyectos de ordenación en próximos artículos.
  2. Organización y coordinación de las acciones y medidas definidas en la estrategia (proyecto de ordenación), adaptándose a las circunstancias del momento. Anticipará y resolverá los trámites administrativos y preparará o validará la documentación requerida, incluidos pliegos de condiciones y contratos. Generalmente, serán intervenciones previstas en el plan ligadas a aprovechamientos forestales, señalamientos, comercialización de productos y servicios, inversiones en infraestructuras, actuaciones de mejora, gestión de riesgos y mantenimiento… pero en otros muchos casos podrán ser intervenciones no previstas y gestión de problemas o situaciones de crisis.
  3. Control y seguimiento de las actuaciones y su correcto desarrollo. Todas las actuaciones y aprovechamientos que se lleven a cabo en el monte deben ser supervisadas por el gestor para asegurar que se lleven a cabo conforme a los términos establecidos en los pliegos de condiciones y en los contratos de servicio o de venta. Se ocupará además de resolver los problemas e incidentes que puedan surgir.
  4. Promoción y facilitación de buenas relaciones entre los diferentes actores que actúan o influyen en el monte, incluidos los propietarios de zonas colindantes, personas y entidades implicadas en la gobernanza y actores con los que hay algún tipo de conexión de manera directa o indirecta. La relación más importante será la que establezca con la entidad propietaria, con la que deberá acordar pautas de comunicación, relación y toma de decisiones.
  5. Responsabilidad social y ambiental: es de suma importancia que el/la gestor/a vele por la mejora del ecosistema, la protección del suelo y la biodiversidad, por los servicios ecosistémicos, facilitando el uso público siempre que no suponga un perjuicio para la conservación u otros objetivos prioritarios. También será importante que atienda a la necesidad de proporcionar materias primas renovables a la sociedad y de aportar valor y trabajo en el territorio. Deberá tener especial cuidado con la gestión de riesgos que puedan tener un impacto negativo más allá de su propiedad, como los incendios, las enfermedades, o la erosión. Y por supuesto velará por una gestión sostenible de los recursos, asegurando el respeto de la legislación y dejando el monte en mejor estado de como lo encontró.
  6. Sostenibilidad económica y financiera del monte: las decisiones económicas recaen generalmente en el propietario, o al menos deben ser validadas por él siempre que le suponga un movimiento de cuentas (comercialización de productos o servicios, contratos, inversiones, gastos…) El/la gestor/a deberá informar y asesorar sobre las mejores opciones, en función del mercado y sus tendencias, estando perfectamente al día de los precios, clientes y proveedores. Deberá hacer el seguimiento, la evaluación, la previsión y el registro de todos los gastos e ingresos, procurando que haya un balance positivo en cada ejercicio anual. También debería asesorar sobre aspectos ligados al valor de la propiedad, la contabilidad y asuntos fiscales. Todas las decisiones han de velar por la viabilidad financiera a corto y largo plazo, procurando la revalorización de la propiedad y sus activos. La entidad gestora asesorará y facilitará el trámite de subvenciones, pero evitará, en lo posible, gestionar a golpe de subsidios, fuente de ingresos extrínseca y no siempre segura ni alineada con las necesidades, cuya excesiva dependencia podría poner en riesgo una gestión continua.  Procurará que los ingresos se generen gracias a los aprovechamientos y venta de servicios y productos del propio monte, explorando todas las estrategias y caminos posibles, cuestión no siempre fácil con algunos montes. En definitiva, su obligación es que el monte no caiga en el abandono por culpa de mala orientación financiera y económica, asegurando la continuidad y sostenibilidad de la gestión, que debe ajustarse al nivel de intensidad de lo que necesite y de sí cada monte.
  7. Innovación, comunicación y marketing: tal vez sea la función menos evidente y menos practicada. Actualmente, pocos gestores lo asumen como una responsabilidad. No obstante, es un punto que conviene empezar a integrar. Dedicaremos un apartado especial a este punto más adelante.

Todos estos puntos merecen su capítulo propio y se tratarán con más profundidad en próximas entregas.

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Este artículo forma parte de la iniciativa “un libro sobre gestión forestal” de nuestro compañero David García Castillo, inspirada en gran parte por nuestra experiencia de gestión de montes, tal vez una de las actividades más desconocidas y al mismo tiempo más valiosas de nuestra empresa. Desde que en 2010 empezamos a gestionar un primer monte hemos ido ampliando superficie bajo nuestro modelo de gestión hasta alcanzar varios miles de hectáreas pertenecientes a decenas de propietarios forestales diferentes. Contamos con un equipo de gestión forestal, con varias personas dedicadas de forma exclusiva a la gestión de estas propiedades. Este equipo nos permite participar activamente en la realidad de la producción forestal y sus aprovechamientos y nos ayudan a hacer un mejor trabajo en todas las demás actividades de Agresta, especialmente en planificación, prevención de incendios, desarrollo de software y teledetección.